lunes, 12 de enero de 2009

CARLOS MAURICIO (LOGRA PROCESAR A LOS GENERALES QUE LE TORTURARON )


Tengo 51 años. Soy ingeniero agrónomo. Nací en El Salvador. Ejerzo de profesor de bachillerato en una de las escuelas más pobres de San Francisco. Cuando fui capturado en 1983 por el Ejército salvadoreño era profesor de Ciencias en la Universidad de El Salvador. Estoy casado por segunda vez y tengo dos hijos. Soy demócrata y cristiano
En la guerra de El Salvador (1980-1991) fueron asesinados unos 100.000 civiles. La Comisión de la Verdad de las Naciones Unidas decretó que el 92% de los asesinatos fueron cometidos por hombres de uniforme. Pero ni uno, ni tan sólo uno de los oficiales del Ejército, fue acusado nunca de violar los derechos humanos.
Por primera vez en la historia, gracias a tres salvadoreños y a Amnistía Internacional, dos ex generales han sido condenados por las torturas y atrocidades cometidas por los hombres bajo su mando. Este juicio sienta un importante precedente: los superiores pueden ser responsabilizados de los actos de sus subordinados. “Sólo llevando ante un tribunal a los responsables de los asesinatos cometidos en mi país habrá conciliación”

--¿Fueron por usted? --Sí, el 13 de junio de 1983 una unidad especial del Ejército salvadoreño me secuestró.
--¿Por qué? --Era profesor universitario. En el juicio civil que llevamos a cabo hace un año en San Francisco contra los comandantes García y Vides Casanova, demostramos que el gobierno tenía un plan de exterminio que incluía a los médicos, a los religiosos y al sector educativo. Muchos maestros fueron asesinados.
--La acusación la formaron usted, una catequista y un médico. --Sí, a Neriz González la secuestraron en 1979 con ocho meses de embarazo. La torturaron terriblemente durante tres semanas, tanto que creyeron que la habían matado y la tiraron al camión de los cadáveres. A Juan Romagoza además de someterle a terribles vejaciones le pegaron un balazo en la mano para que no pudiera volver a ejercer la cirugía. Se salvó porque tenía un tío militar.
--No son casos aislados. --No, tomando como excusa la lucha contra el terrorismo el gobierno aprovechó la oportunidad para acabar con la oposición civil. En menos de dos años asesinaron a 40.000 civiles salvadoreños.
--Cuénteme su caso. --Yo estuve dos años en México realizando una tesis con una beca universitaria, pero el Ejército salvadoreño creyó que había ido a Cuba a entrenarme. Cuando regresé de México me sacaron del aula y me golpearon delante de los alumnos, me vendaron los ojos y me metieron en un coche. Seis horas después caminaba por un corredor pisando cuerpos.
--¿Seguro que quiere recordarlo? --Me tuvieron dos semanas vendado y no me dejaron sentarme. Me obligaron a oír cómo atormentaban a los otros, luego comenzó mi interrogatorio y mi tortura, querían que confesara que había estado en Cuba.
--Un absurdo para usted. --Me ataron los brazos a la espalda y me colgaron de ellos. Me golpearon con una barra de hierro hasta que les dije que sí, que había ido a Cuba para que me dejaran en paz, y empezó lo peor porque querían saber quién era mi contacto y en qué campo de entrenamiento militar había estado.
--¿Cómo salió vivo de allí? --Mi ex suegro era un militar muy poderoso y yo soy un hombre de muchísima suerte.
--¡...! --Cuando me pasaron a las celdas comunes supe que estaba en las dependencias de la policía nacional. El gobierno insistía en que los asesinos eran escuadrones de la muerte desconocidos. Yo soy testigo de que no es cierto y aun así me libré de la muerte.
--Supongo que se fue del país. --Sí, a San Francisco, donde vivían mis hermanas. Sentía que algún día sería capaz de llevar a mis torturadores a un tribunal. En 1980 cuatro monjas norteamericanas fueron violadas y asesinadas en El Salvador. Una de ellas era hermana de un poderoso abogado, Willy Ford, que pidió una investigación y, por primera vez, los guardas que custodiaban a prisioneros fueron condenados, pero no sus oficiales. En 1998 Ford encontró a los jefes del Ejército viviendo en Florida.
--García y Vides Casanova tomando el sol. --Responsables de las atrocidades cometidas por los hombres bajo su mandato, Ford presentó contra ellos una querella judicial, pero el jurado los declaró inocentes del asesinato de las monjas. Yo estuve presente en el juicio para saber cuál era la defensa de los oficiales y no cometer los mismos errores.
--¿Qué argumentaban los defensores? --Que reinaba el caos y que los comandantes no controlaban a sus tropas. Pero los abogados de Amnistía Internacional lograron demostrar al jurado que los oficiales sabían lo que estaba pasando y que eran responsables de lo que hacían sus subordinados.
--¿Pasarán el resto de sus días en la cárcel? --No, porque fue un juicio civil, los condenaron a pagarnos 56 millones de dólares y hoy no duermen porque les estamos quitando su dinero.
--¿Es suficiente? --Hemos atacado su impunidad. Yo he creado una organización, Stop Impunity Project, formada por los sobrevivientes de la tortura y familiares de los reos políticos.
--¿En El Salvador conviven los civiles torturados con sus torturadores? --Sí, esos militares que nos torturaron son ahora empresarios, banqueros, diputados, magistrados... Se sienten impunes. Muchos están viviendo en EE.UU. con una generosa jubilación. Pero ahora se les acabó su paraíso, porque ahí estamos nosotros esperándolos. Mi objetivo es modificar la ley de amnistía que el gobierno salvadoreño dio a los militares y que impide que sean juzgados por crímenes contra la humanidad en El Salvador.
--El juicio sería una tortura para usted. --Ningún torturado quiere volver a revivir lo ocurrido, pero cuando estaba en el juicio sentía la presencia de miles de fantasmas, de almas apoyándome. Era la primera vez que militares salvadoreños eran forzados a escuchar las atrocidades que cometieron.
--¿En ningún momento mostraron dolor? --No, son tipos arrogantes. El general García, para no prestar atención a lo que se decía, llenó tres cuadernos escribiendo.
--¿Cómo alguien puede llegar a torturar? --Fueron entrenados y premiados por ello. Las masacres de El Mozote, el río Sumpul y El Calabozo fueron llevadas a cabo por tropas entrenadas en EE.UU., los llamados batallones de elite, capaces de cercar una carretera y asesinar a 900 campesinos: mujeres embarazadas y niños cuyo promedio de edad era de 4 años. No puede quedar impune.



entrevista de Ima Sanchís. La Vanguardia, 10-9-2003

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