La señora Weiss me recuerda a la madre de Woody Allen, porque siempre tiene razón y porque está en todas partes… Gracias a Dios.
Porque sin la señora Weiss el mundo sería mucho peor. Estuvo contra McCarthy y por la libertad de conciencia; estuvo por la libertad de África y contra el apartheid - Mandela le debe mucho-; estuvo contra las pruebas nucleares atmosféricas - Kennedy le reconoció su papel al firmar su prohibición- y estuvo contra la guerra de Vietnam… Y si piensan que todo esto son batallas del pasado, recuerden su papel animando a los soldados de EE. UU. a desertar en Iraq. Y si leen la entrevista sabrán que, sin la señora Weiss, el nuevo presidente sería otro.
Cora Weiss, líder pacifista histórica; presidenta del Movimiento por la Paz de La Haya
Hoy cumplo 74 años: uno tiene la edad de su causa, y la de la paz siempre es joven. Nací en Wisconsin. Tengo un marido y cómplice contra la guerra y por el desarme desde hace 53 años. Tres hijos, mis tres grandes razones. Participo en el 25. º aniversario de la Fundació per la Pau
En la vida, cuando mantienes una dirección con sentido, todos los caminos acaban siendo el mismo… Incluso para una modesta ama de casa judía, como yo, del Bronx.
No sea tan humilde: es usted la líder pacifista más influyente del siglo.Fui una joven muy combativa, es cierto. A los 18 años, ya fui un obstáculo para un senador por Wisconsin, mi estado, que definió una triste época: Joseph McCarthy…
El inspirador de la caza de brujas.
Los estudiantes de Derecho aprovechamos un resquicio constitucional para tratar de destituir a un senador con el número necesario de firmas. Fue cuando me di cuenta por primera vez de que si todos soñamos lo mismo, se hace realidad.
Seguro que las consiguió.
¡Por supuesto! Yo era la única mujer en el aula de 90 estudiantes de Derecho: sólo había un estudiante negro. El juez, un maccarthista, invalidó por “ilegibles” parte de las firmas e impidió la destitución, pero ya habíamos demostrado que juntos podíamos…
Eso me suena.A raíz de aquella recogida de firmas conocí a gente interesante, como Ivan Nestingen, a quien ayudé en su campaña a la alcaldía de Madison, y era amigo de otro joven prometedor, John F. Kennedy.
Esos caminos ya me son familiares.
A cambio de ayudar a Nestingen, le pedí que nos consiguiera fondos para ayudar a los jóvenes estudiantes de minorías sin dinero. Él llamó a su amigo Kennedy, que nos dio una donación de la fundación familiar.¿Cómo ayudaban a esos universitarios pobres?
Muchos eran africanos…¿Afroamericanos?
No. Africanos de África, y eso era muy importante, porque entonces en las universidades del Sur no se permitía estudiar a los negros americanos, pero no se podía impedir el acceso a los africanos negros, porque eran extranjeros y a ellos no les afectaban las vergonzosas leyes racistas en vigor.Ellos ponían en evidencia la injusticia.En la América de entonces todavía se daban conferencias, charlas y debates, y pusimos en marcha un programa por el que los estudiantes hablaban de su tierra, África, por todos los centros sociales, escuelas e incluso algunos hogares que organizaban debates…Sociedad civil contra leyes inciviles.
… A cambio de una pequeña ayuda para sus gastos de bolsillo. Después fundamos otro programa más ambicioso inspirados por uno de aquellos jóvenes, Tom Mboya, líder independentista de Kenia, que era consciente de que, cuando se fueran las potencias coloniales, África necesitaría líderes.
¿En qué consistía el programa?
Adoptamos 700 jóvenes africanos en África y los enviamos a estudiar a EE. UU., a esas universidades que no admitían afroamericanos. El éxito fue enorme. Entre estos jóvenes hubo uno de los seguidores de Mboya que destacaba por su carisma. Se llama Barack Hussein Obama.
¡Los caminos se entrecruzan: ya lo veo!
Papá Obama llegó a Hawái por sus propios medios, pero una vez allí le apoyamos para que pudiera estudiar. Después fue a Harvard y cuando acabó sus estudios regresó a Kenia para participar en la independencia de su país, pero dejó en Hawái una mujer y un hijo…
¡Y ese niño era el Obama de hoy!
Pero, espere, que aún hay otros caminos que se entrecruzan. Me casé y seguí luchando contra la guerra y las pruebas nucleares. En 1963 tenía tres hijos: tres motivos más para rechazar el fin del mundo.
Inmejorables.
Organizamos Mujeres por la Paz, contra las pruebas nucleares atmosféricas, y al final conseguimos que el propio Kennedy cediera a las presiones y reconociera nuestro papel en la firma del tratado que prohibía esas pruebas…
Bien.
Y después llegó Vietnam, la derrota y el intento agónico de Nixon de mantener la guerra con la excusa de los prisioneros de guerra americanos en manos del Vietcong.
Hasta se hicieron películas.
Propaganda que combatimos con la realidad. Fundamos un comité de relación con los vietnamitas y yo misma fui a Vietnam para llevar y traer cartas entre los prisioneros americanos y sus familias. Así sabíamos cuántos prisioneros había de verdad vivos y dónde, y eso permitía iniciar una negociación seria más allá de la propaganda gubernamental al servicio de la industria bélica.Usted era un ama de casa muy especial.
Tuve un equipo - del que formaba parte mi familia- y las ideas claras. Entre aquellas cartas de los prisioneros de guerra todavía en manos de los vietnamitas había una firmada por… ¡John McCain!
Y el círculo se cierra: enhorabuena.
¿Sabe algo divertido? Muchos periódicos que hablaban entonces de mí sin conocerme decían que yo era negra… ¡Sólo porque era del Bronx! De 1969 a 1973, cada mes llevábamos a Vietnam desde EE. UU. a tres familiares de los prisioneros de guerra americanos; entre ellos estuvo la señora McCain.
Traje a Oliver Tambo en 1968 para que la ONU reconociera al Congreso Nacional Africano (ANC), y después está la causa del desarme, que aún continúa, y la de Iraq, que continúa… Oiga, ¿por qué no nos echa una mano?
Lluís Amiguet.